
Antonio ROYO VILLANOVA (Zaragoza, 12 de junio de 1869-Madrid, 7 de noviembre de 1958) fue un periodista, jurista e influyente político conservador que llegó a ser ministro y senador vitalicio.
Nació en el seno de una familia de la burguesía ilustrada aragonesa. Era hijo de Mariano Royo Urieta (1825-1900), nacido en la localidad oscense de Sallent, y de la zaragozana María Pilar Villanova Perena (¿-1914). Su padre, ingeniero de caminos, canales y puertos, fue uno de los iniciadores de la “política hidráulica” defendida por Joaquín Costa como medio de estimular el desarrollo económico del país. Participó en proyectos hidráulicos como el Canal Imperial de Aragón o el pantano de Mezalocha y escribió Cartas sobre riegos (1870), colección de artículos de forma epistolar publicados en ‘El Imparcial Aragonés’. Llegó a ser ingeniero-jefe de Zaragoza y diputado en cortes isabelinas en 1863 y en 1866. El matrimonio Royo-Villanova, con domicilio en el número 3 de la zaragozana plaza de la Constitución (hoy plaza de España), tuvo trece hijos, a los que dio una sólida formación académica. Entre ellos, el periodista y escritor costumbrista Luis Royo Villanova (Zaragoza, 1866-Madrid, 1900) y el médico y escritor Ricardo Royo Villanova (Zaragoza, 1868-1943), uno de los precursores de la lucha antituberculosa, catedrático de Patología y Clínicas Médicas de la Universidad de Zaragoza, de la que fue rector de 1913 a 1929.
Antonio Royo Villanova contrajo matrimonio con la vallisoletana Consuelo Fernández-Cavada Bustamante. Fueron padres de siete hijos (tres varones y cuatro mujeres). Uno de ellos, Segismundo, llegó a ser catedrático de Derecho Administrativo y rector de la Universidad de Madrid (1956-1964). Otro de sus hijos, Alejandro, juez de instrucción en Colmenar Viejo, fue asesinado en agosto de 1936, al poco de comenzar la Guerra Civil.
Respecto a su formación académica, cursó el bachillerato de artes en el Instituto de Segunda Enseñanza de Zaragoza (actual Goya), donde se graduó con la calificación de aprobado el 23 de junio de 1884. En 1890 se licenció en Derecho por la universidad de la capital aragonesa con la calificación de sobresaliente y al año siguiente obtuvo el grado de doctor por la Universidad Central de Madrid con una tesis titulada Los contratos aleatorios en el Código Civil español y en los extranjeros. En 1892 inició su carrera docente como profesor auxiliar interino en la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza encargado de la cátedra de Derecho Civil; poco después fue nombrado auxiliar supernumerario. En 1895, con 26 años, obtuvo por oposición la cátedra de Derecho Político y Administrativo de la Universidad de Valladolid, lo que frustró su trayectoria como civilista. En 1900, al dividirse en dos su asignatura, pasó a impartir Derecho Administrativo. En 1902 obtuvo por concurso de méritos la cátedra de Derecho Internacional público y privado en la Universidad de Zaragoza y en 1906 pasó a ocupar la misma cátedra en la Universidad de Valladolid, donde un año después tomó posesión, de nuevo, de la cátedra de Derecho Administrativo. Su libro Elementos de Derecho Administrativo (1901), continuada por su hijo Segismundo, le hizo especialmente conocido entre los juristas de su tiempo pues alcanzó veinticuatro ediciones hasta 1954. A los pocos días de iniciada la Guerra Civil, fue cesado como catedrático de Universidad. Una vez terminada la contienda, le fue restituida su cátedra de Derecho Administrativo, donde siguió impartiendo docencia hasta su jubilación el 13 de junio de 1939. Tras su muerte en 1958, la Universidad de Valladolid acordó por unanimidad, a propuesta de Eduardo García de Enterría, que el Seminario de Derecho Administrativo llevase su nombre.
En 1928 ingresó en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas con un discurso sobre el terrorismo que recibió la contestación de Niceto Alcalá Zamora, quien había ocupado dos ministerios durante el reinado de Alfonso XIII y llegaría a ser Presidente de la República. La elección del tema estuvo motivada, al parecer, por el asesinato del presidente Eduardo Dato, también académico, el 8 de marzo de 1921.

Durante la dictadura de Primo de Rivera, hacia la que mostró una actitud manifiestamente hostil, tuvo serios enfrentamientos con el ministro de Instrucción Pública, Eduardo Callejo de la Cuesta, y en 1929 se le llegó a incoar un expediente por ciertas opiniones manifestadas en el aula. Se defendió en una carta que constituye un alegato a favor de la libertad de cátedra, en la que podemos leer lo que sigue:
“No me arrepentiré nunca de haber utilizado legítimamente la libertad de cátedra para defender en la intimidad de su sagrado recinto el decoro de los que, para mantenernos dignamente en nuestros puestos, necesitamos que el Gobierno nos defienda si cumplimos nuestros deberes o nos castigue si faltamos a ello […]. Jamás he rehuido, ni rehúyo, ni pienso rehuir la responsabilidad de mis actos y prefiero mil veces que una resolución del Gobierno me separe temporal o definitivamente de mi Cátedra a que me arroje de ella el desprecio de mis alumnos”.

Participó activamente en política. Adscrito al Partido Liberal, primero como seguidor de José Canalejas y, al fallecer este, de Santiago Alba, en la Izquierda Liberal Monárquica, fue diputado por la provincia de Teruel (distrito de Valderrobres) entre 1911 y 1914, y por el distrito de Teruel, de 1916 a 1918. En las legislaturas 1910-1911, 1914-1915 y 1918-1919 fue senador por la provincia de Valladolid. En 1919-1920, senador por la provincia de Huelva, y en 1921-1922, por la provincia de Teruel. En 1923 el rey Alfonso XIII lo nombró senador vitalicio. En la primera legislatura de la Segunda República, como independiente por la Minoría Agraria, obtuvo un escaño por la circunscripción de Valladolid en las elecciones de 1931, que revalidó en 1933 integrándose en el Partido Agrario. Opuesto al catalanismo, se hizo célebre por su cerrada oposición al Estatuto de Autonomía de Cataluña de 1932.

Ocupó los cargos de director general de Primera Enseñanza (1913) y consejero de Instrucción Pública (1916) durante los gobiernos del conde de Romanones. En 1935, en representación de los colectivos agrarios, estuvo al frente durante unos meses (desde el 6 de mayo hasta el 25 de septiembre) de la cartera de Marina en el gobierno de coalición de derechas presidido por Alejandro Lerroux. Dimitió por su desacuerdo con la política de transferencias competenciales, en materia de Obras Públicas, al Gobierno de Cataluña en cumplimiento del Estatuto de Autonomía. En las elecciones de febrero de 1936 fue incluido en las listas por Madrid, pero no pudo obtener escaño. A partir de entonces, se apartó de la primera línea política. En julio del 36 mostró abiertamente su adhesión a los sublevados. En 1954 le fue concedida la Gran Cruz de Isabel la Católica.

Royo Villanova fue también un notable periodista. Publicó innumerables artículos sobre temas políticos y administrativos en periódicos de Zaragoza, Valladolid y Madrid, además de dirigir el ‘Diario de Avisos’ de Zaragoza —del que su familia era copropietaria hasta su adquisición por ‘Heraldo de Aragón’ en 1911— y ‘El Norte de Castilla’ de Valladolid (1902-1906), propiedad de Santiago Alba y César Silió desde 1893. Presidió el Consejo de Administración de este diario entre 1912 y 1956. Sus herederos estuvieron vinculados a la propiedad del mismo hasta su incorporación al grupo Correo en 1994.
Sus ideas políticas están muy influenciadas por el regeneracionismo. Siendo muy joven, se integró en este movimiento de regeneración nacional nacido a raíz del desastre de la guerra de Cuba y del desprestigio del régimen de la Restauración, como ha señalado Martín Retortillo, e impulsado en Aragón por Joaquín Costa, con quien mantuvo una constante relación. Su traslado a la Universidad de Valladolid le permitió establecer un puente entre el regeneracionismo aragonés de Costa y Lucas Mallada y el catellano, representado por Macías Picavea. Frecuentó el Ateneo madrileño, centro de difusión de los ideales regeneracionistas, donde se daban cita sus principales divulgadores. Su ideario se basa en cuatro ejes fundamentales: la política de fomento agrario, la voluntad de universalizar la educación, el desarrollo de la autonomía municipal y la defensa de la unidad nacional frente al nacionalismo catalán.
Su pensamiento está recogido en una abundante obra que empezó a publicar al poco de tomar posesión de su cátedra en Valladolid. En 1896 apareció en Madrid El problema de la soberanía en la Constitución española, y en 1989, La regeneración y el problema político español, al que siguió en 1900 La descentralización y el regionalismo, apuntes de actualidad, con prólogo de Joaquín Costa. Otras obras suyas son: El problema catalán. Impresiones de un viaje a Barcelona (1908); Cuestiones obreras (1910), con prólogo del republicano fundador de la Institución Libre de enseñanza Gumersindo de Azcárate; Los derechos de la Escuela (1916), conferencia pronunciada en el Ateneo de Madrid; Las bases doctrinales del nacionalismo (1917); La autonomía y la municipalización (1919); Bolchevismo y sindicalismo (1920); El terrorismo, la libertad y la policía (1921), discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas; El problema de Marruecos y la política liberal (1922); El Estatuto municipal y la libertad de los Ayuntamientos (1927); Por la nación única. Un grito contra el Estatuto (1932). Su última obra, Treinta años de política antiespañola (1940), se ha interpretado como un intento de justificación de su pasado republicano liberal y de su adhesión al franquismo, estableciendo entre ellos el nexo común de la preocupación por “el germen del separatismo”.
Su inquietud por la consolidación del catalanismo lo llevó a aprender catalán y traducir La nacionalitat catalana de Prat de la Riba, a quien consideraba el verdadero maestro de los intelectuales catalanistas. La nacionalidad catalana se publicó en 1917 con prólogo de Royo Villanova, en el que explica su intención de que el cuerpo doctrinal del catalanismo fuera conocido por los intelectuales españoles y “divulgado entre las gentes, con el propósito objetivo y desinteresado de buscar la verdad”.
BIBLIOGRAFÍA:
-BLASCO IJAZO, J.: Aragoneses que fueron Ministros (1717-1969), Zaragoza, 1969.
-CASTÁN PALOMAR, F.: Aragoneses contemporáneos, Zaragoza, 1934.
-CALONGE VELÁZQUEZ, Antonio: Antonio Royo Villanova (1869- 1958), académico, político y periodista (tesis doctoral), Universidad de Valladolid, 2017.
-DICCIONARIO DE CATEDRÁTICOS ESPAÑOLES DE DERECHO (1847-1983): voz ‘Royo Villanova, Antonio (1869-1958)’. En: https://humanidadesdigitales.uc3m.es/s/catedraticos/item/16155. [Consulta: 5 de septiembre de 2025].
-HISTORIA HISPÁNICA: voz ‘Antonio Royo Villanova’, Real Academia de la Historia. En: https://historia-hispanica.rah.es/biografias/39172-antonio-royo-villanova. [Consulta: 6 de septiembre de 2025].
-JORDANA DE POZAS, Luis: “In memoriam: Don Antonio Royo-Villanova”, Revista de la administración pública, nº 27, 1958, pág. 162.
-MARTÍN-RETORTILLO, Sebastián: “Memoria de don Antonio Royo-Villanova”, Revista de administración pública, nº 40, 1963, pág. 413. En: https://www.cepc.gob.es/sites/default/files/2021-12/222791963040413.pdf. [Consulta: 8 de septiembre de 2025].
-PICH MITJANA, J., CONTRERAS RUIZ, J. y PASTRANA PIÑERO, J.: “A sangre y fuego. Antonio Royo Villanova, maestro de administrativistas y de anticatalanistas”, Historia Contemporánea 51, págs. 609-640. En: https://ojs.ehu.eus/index.php/HC/article/view/14728/13305. [Consulta: 8 de septiembre de 2025].